jueves, 13 de mayo de 2010



Guilford en su libro "La naturaleza de la inteligencia humana" representa la estructura de la inteligencia según el esquema tridimensional -operaciones, producto y contenidos.


A través de este esquema llega a definir los factores de la producción divergente, que es una de las operaciones del cubo, y establece las relaciones que ésta tiene con el coeficiente de inteligencia.


Para Guilford la producción divergente “es la creación de información a partir de determinada información, cuando el acento se coloca en la variedad y la cantidad de rendimiento de la misma fuente capaz de implicar transferencias”. Demuestra que los factores de la producción divergente son relativamente independientes de los factores cognitivos.


Los test que miden el coeficiente de inteligencia ponen el acento precisamente en las actitudes cognitivas por lo que no se deben esperar grandes correlaciones con las puntuaciones de los tests que miden los factores de la producción divergente. Estos estudios trataban de no considerar la inteligencia como la única característica de los niños dotados, y también quieren tener en cuenta otros criterios, tales como la creatividad.


Para Lowenfeld, en términos generales, la creatividad no tiene mucha relación con el campo intelectual ya que los tests de inteligencia solamente miden una parte pequeña del funcionamiento total de la mente. Algo que se puede considerar como de uso es el hecho de que los tests que miden la creatividad suelen utilizar cuestiones abiertas o que permiten diferentes respuestas, mientras que los tests encargados de medir el coeficiente de inteligencia, suelen recurrir a ítemes de respuesta cerrada.


En el primer caso, el objetivo es conseguir un número elevado y variado de respuestas; pero cuando se quiere medir la inteligencia, únicamente se intenta que se dé la respuesta correcta, la única que merece ese calificativo. Pero este criterio tampoco se puede considerar definitivo para diferenciar los tests que miden ambas capacidades ya que hay también tests de creatividad que se limitan a un conjunto predeterminado de respuestas. E incluso es posible encontrar situaciones para evaluar la producción que demanden capacidades asignadas a la flexibilidad o a la fluidez, aunque la diferencia es que al final hay que decidir qué respuesta es la mejor.


De las respuestas llevadas a cabo por Guilford, se puede concluir que un coeficiente de inteligencia elevado no es suficiente para obtener puntuaciones elevadas en los tests de producción divergente, aunque un CI por encima del promedio es prácticamente necesario.


Wallach y Kogan realizaron un experimento con niños en el que evaluaron la cantidad y la singularidad de las ideas, así como la inteligencia general de estos niños. En los resultados se dio una divergencia considerable entre las puntuaciones de la creatividad y las de la inteligencia ya que los niños creativos podían poseer un coeficiente de inteligencia alto o bajo y lo mismo los niños poco creativos odian tener un CI alto o bajo. También se puedo comprobar que los niños que obtenían una puntuación elevada en una medida de la creatividad, solían conseguir puntuaciones elevadas en las otras medidas de la creatividad. Según estas mediciones, la probabilidad de que un individuo que tuviera una elevada inteligencia fuese también muy creativo, estaba en torno al 50 %.


G. Ulmann también recoge una investigación posterior del propio Kogan en la que demostró que la correlación entre inteligencia y creatividad era mayor cuando los tests se aplicaban en una situación típica de test y menor cuando se aplicaban en una situación lúdica o de juego.
Barron llega a la conclusión de que para actividades creativas es probable que no sea necesario un coeficiente de inteligencia mínimo, incluso a veces puede ser sorprendentemente bajo, y más allá de él, creatividad e inteligencia tienen puntuaciones con poca correlación. Y advierte de las diferencias que se dan entre las situaciones de tests y la vida real y de las diferencias en la forma de actuar de las personas en ambas.Parece claro, como lo demuestran casi todas estas investigaciones, que la inteligencia y la creatividad tienen que ser medidas con pruebas diferentes.


Pero, el hecho de que no correlaciones excesivamente, no significa que la inteligencia no desempeñe ningún papel para la creatividad.
Lubart consideran que la inteligencia desempeña tres papeles fundamentales en la creatividad: un papel sistemático que nos ayuda a ver el problema de una forma nueva, a redefinirlo; un papel analítico por el cual recocemos cuando una idea nueva es una buena idea para la resolución del problema; y un papel práctico que supone la capacidad para presentar el trabajo ante el público.


Haddon y Lytton en 1968 también reafirman esta relación complementaria del pensamiento convergente y del divergente y para de Bono, el Pensamiento Lateral y el Pensamiento Vertical son complementarios. También Veraldi en Psicología de la creatividad ponen de manifiesto que aunque la creatividad no es proporcional a la inteligencia, inteligencia y creatividad no se contraponen.

BIBLIOGRAFÍA:

Baños González, Miguel. Creatividad y Publicidad. Ediciones Laberinto, Madrid.

Boden, M. A (1994). La mente creativa. Mitos y mecanismos, Gedisa Ed. Barcelona.

Muñoz, J. (1994). El pensamiento creativo. Ediciones Octaedro, Barcelona.
Fotografía obtenida en: www.flickr.com

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